EVA SAN MARTÍN. «Estoy emocionada porque nunca había visto tanta gente reunida para hablar de gatos», arrancó Agnès Dufau, presidenta de la Plataforma Gatera y primer premio de Bienestar Felino (algo así como el Nobel Gatuno), las Jornadas Felinas Europeas 2015 en Barcelona. El escenario pinta así: el Ateneu abarrotado con más de 200 personas venidas de todos los rincones de España y otros países: desde Italia, Francia y Holanda hasta Reino Unido. El sol de otoño acaricia la ciudad condal y las Jornadas Felinas, un encuentro único en Europa donde los gatos hablan con voz propia de sus problemas y los humanos escuchan, comienzan a primera hora de la mañana del 7 de noviembre su intensa andadura de sábado. ¡ENELNOMBREDELGATO.COM estuvo allí y te lo contamos!
Enrique Alonso, miembro permanente del Consejo de Estado, y su componente animalista más comprometido, proponía una defensa del gato callejero o feral para empezar el día. «Los proyectos de gestión de colonias de gatos en la calle con el método CES (captura, esterilización, suelta, y mantenimiento de las poblaciones) no sólo son la única forma aceptable de gestionar estas poblaciones sino que también resulta más barato y efectivo que el programa de recogida y sacrificio clásico».
Lo que Alonso intentó fue lanzar un reto a los políticos: la gestión ética de gatos en la calle con CES ya está en marcha en ciudades como Barcelona, Zaragoza, Ceuta y Málaga, un programa que permite controlar, sin matar, el crecimiento de las poblaciones felinas, además de facilitar su protección, alimentación, refugio, así como control veterinario. Pero aún faltan demasiadas ciudades, grandes y pequeñas, incluida Madrid. «El CES reduce en un 60% el sacrificio de gatos, y baja a la mitad la población de felinos callejeros en diez años: este es el único método coherente con el artículo 13 de la Unión Europea, que nos recuerda que los animales son seres sensibles, sintientes, no cosas; todo lo demás debería ser considerado ilegal», zanjó Alonso.
Le acompañaban en el debate Elena Carloni, etóloga felina de la Universidad de Bolonia, en Italia, y una de las mayores expertas en gatos de toda Europa. Una gatera o gatosa (en un guiño italiano) confesa, que puso el foco en la convivencia entre gatos y humanos. «Todos los gatos, incluso los más tontos, son tan inteligentes como para manipularme», provocaba la lúcida Carloni al entusiasmado público del Ateneu, para confesarse a continuación «propiedad actual de dos gatos atigrados rescatados de un contenedor en Cerdeña».
Con los bigotes ya afilados, lo que Carloni persiguió fue llamar la atención sobre el daño, tan real como agudo, que el estrés puede causar en los gatos caseros. Una ansiedad que, para complicar las cosas, no siempre es reconocida por quienes vivimos con felinos o por aquellos con responsabilidad de gestionar refugios o centros de adopción. «Los gatos son una especie en origen solitaria, que todavía no tiene los mecanismos para afrontar las situaciones de estrés ni los conflictos sociales, algo que los hace muy vulnerables», comentó Carloni.
Los felinos, recordó la etóloga italiana, necesitan privacidad en casa y un entorno complejo gatificado, que incluya puestos de marcaje para las uñas, cepillos en postes con aroma de cat-nip o hierba gatera, zonas elevadas y refugios donde esconderse y no ser molestados. «Cuanto más complejo sea el espacio que le proporcionemos al gato en casa, más posibilidades tendrá para marcarlo, y cuanto más pueda marcarlo, menor será su estrés y los problemas derivados».
La preocupación de Carloni fue compartida por Lauren Finka, investigadora de bienestar felino de la Universidad de Lincoln (Reino Unido), y experta en buscar casa a felinos sin familia humana. «Gatos hay tantos como situaciones y casas distintas: por eso es importante que cada felino encuentre en su hogar el ambiente óptimo que necesita para ser feliz», recalcó Finka, cuyo último trabajo está centrado en valorar del modo más exhaustivo el temperamento individual de cada animal en el refugio de Battersea, uno de los más destacables de Europa, con el fin de ayudarle a encontrar la casa perfecta. O purrrfecta, por ser coherentes con la peluda ocasión que nos ocupa.
«Los gatos pueden forjar fuertes lazos afectivos con las personas, y confiar mucho en nosotros, pero no todos los felinos amigables expresan su cariño del mismo modo: los hay más propensos a las caricias y los hay que lo son menos», recordó Finka. Y tal vez una de las conductas felinas más malinterpretadas sea la supuesta agresividad de los gatos, tantas veces causada (de nuevo) por el estrés felino mal entendido. «Cuando vemos un gato que se comporta de forma agresiva no debemos pensar que es culpa del animal, sino que el entorno o la casa donde vive no es el adecuado para él».
Con la caja de pandora felina ya abierta de par en par, la pregunta que planeaba sobre el escenario entonces era: ¿pero es posible que un gato sea feliz dentro de nuestra casa o siempre vivirá estresado? La encargada de responder fue la veterinaria irlandesa Valerie Jonckheer. «Sí, un gato puede ser perfectamente feliz en casa, pero debemos de encargarnos de estimular sus necesidades físicas y emocionales». ¿Algunas ideas? Huir de los comederos rebosantes de bolitas -mejor elegir accesorios interactivos que liberan bolitas por el movimiento y obligan al felino a pensar- cambiar sus juguetes con regularidad y, sobre todo, «esforzarnos por conocer a nuestros gatos», retaba esta vez Jonckheer a la audiencia.
«Lo que muchos consideran que es un problema de comportamiento del gato suele ser una conducta normal de rechazo o estrés provocado por algo que nosotros estamos haciendo mal, como ofrecerle un arenero demasiado pequeño o colocar su comedero al lado del cuenco del agua», aclaró la veterinaria.
Gatos modernos con (estresada) vida moderna
¿Quién no se ha sentido angustiado cuando no sabe dónde está ni es capaz de encontrar el camino de vuelta? Pues bien: los gatos también se desorientan. Sin misterios ni dobles sentidos, pero sencillamente porque el gato es gato, este animal deja por las esquinas -mediante las caricias de su cara- unas hormonas muy olorosas, aunque imperceptibles por el atrofiado (sin acritud querido lector, es sólo una cuestión evolutiva) olfato humano.
Pues resulta que estas marcas ayudan al gato a orientarse y, en consecuencia, a sentirse menos angustiado. Por desgracia, quienes vivimos entre felinos no siempre somos lo suficientemente respetuosos con estas feromonas. «La vida moderna del gato puede resultar cambiante y estresante: no dejamos de limpiar la casa y mover los muebles, situaciones que desorientan a los felinos porque sus rastros de marcaje desaparecen «, despejó la veterinaria Marga Camacho. ¿Una propuesta para gatificar sin renunciar a la necesaria limpieza? Esta experta recomendó echar mano de las feromonas sintéticas felinas (vienen en aerosol o difusores), sobre todo en situaciones difíciles para los gatos, como mudanzas, cambios de mobiliario y periodos de ruidos fuertes, «ya que ayudan al gato a orientarse y recuperar el control de su espacio».
Otro ejemplo contundente de las malinterpretaciones que sufren los gatos, y lo poco sensibles que somos a veces al innecesario estrés que les provocamos, lo ofreció Diego Esteban, del Grupo de Estudio de Medicina Felina en España. Esta vez el foco se trasladó al veterinario, un escenario (¿qué gato sesudo no lo sabe?) temido por la mayoría de los mininos. «Los felinos no son perros, y no es casualidad que el 60% de las personas que viven con un gato afirmen que su animal odia al veterinario», dijo.
Esteban aprovechó su intervención para dar un tirón de orejas a las clínicas veterinarias, con el fin de que adapten sus servicios a los exigentes mininos. ¿Propuestas sencillas? Habilitar horarios felinos, así como salas de espera y hospitalización separadas de los perros, entre otras buenas prácticas que debe seguir toda clínica amable con los gatos. ¿Por qué se estresan tanto en el veterinario? «Está claro que no es culpa del gato: las clínicas deben adaptar su espacio y técnicas de manejo a las exigencias de los felinos», concluyó.
Con estos ecos gatunos y maullidos rebotando en el aire de Barcelona, el Ateneu cerraba sus puertas. Hay momentos en la vida de una persona en la parece que las estrellas se alinean y todas las piezas encajan. Como si las voces de los gatos se alzaran a una para reclamar el país digno, y comprensivo con sus necesidades, que merecen. ¡Y sin estrés! Para mí, esto es precisamente lo que ocurrió en las Jornadas Europeas Felinas.