Los científicos ya no dudan de que los felinos tienen emociones y una personalidad única, que el proyecto ‘Alma Animal’ de Bahou revela a través de potentes e íntimos retratos gatunos
El gato Scuba, fotografiado para ‘Alma Animal’, de Robert Bahou.
EVA SAN MARTÍN. Los felinos son sesudos: tienen sentimientos y una personalidad peluda propia. Y su cara refleja todo este torbellino de emociones de los gatos: el rostro de los felinos tiene 40 músculos faciales distintos que contraídos en varias direcciones crean expresiones faciales que revelan lo que sienten los gatos. En ocasiones de forma sutil y casi imperceptible, como una ceja gatuna que se eleva unos milímetros. Pero otras veces, de modo obvio y apreciable incluso desde la distancia.
Mientras que algunos movimientos faciales felinos son controlados y forman parte de procesos biológicos (como los movimientos de mandíbula, cuando mastica), otras expresiones faciales son involuntarias y ocurren de forma espontánea consecuencia de las emociones de los gatos.
El gato Alto.
Farah y Luxor.
Esto es lo que ocurre con el contorno de los ojos felinos (que se redondea ante una señal de alarma) e incluso con la distancia y dirección de las orejas, cuando un minino siente miedo. Aunque la ciencia ha tardado demasiado en empezar a investigar las emociones, sentimientos y personalidad de los animales, por suerte hoy los estudios sobre la vida emocional de nuestros peludos amigos son más ubicuos. Pero, ¿cómo sienten y experimentan la vida los gatos, no ya como especie sino como individuos? ¿Cómo es ser un gato? ¿Disfrutan su vida íntima felina?
El fotógrafo Robert Bahou (23 años, Amán) ha hecho la simple pero profunda decisión de fotografiar a los gatos de su proyecto Alma Animal (Animal Soul, 2016) como los individuos únicos que son, revelando en sus potentes retratos sobre fondo negro la riqueza de sus vidas individuales: las emociones de los gatos y su personalidad única emergen de sus rostros.
Camila.
Smoke.
Gin.
«No hay dos gatos iguales: cada uno tiene su propia historia y su vida interior; y esto es algo que aprendes en cuanto les miras a los ojos con la misma honestidad con la que ellos nos miran a nosotros», dice por email Bahou, cuyos retratos huyen de las prisas digitales que engullen la pesonalidad de los gatos en Internet.
Scuba, el felino naranja y tan expresivo que abre este reportaje, fue el impulsor de los retratos íntimos que conforman Alma Animal, un proyecto que también incluye fotografías de perros y caballos. Pero retratar a un gato, admite el fotógrafo jordano, «es totalmente distinto que fotografiar a un perro».
«Los canes pueden obedecer cuando les pides que se sienten para la fotografía, y podemos captar su atención de forma más o menos sencilla, pero con los felinos todo eso es imposible: ellos siempre nos obligan a jugar su propio juego», reconoce este «chico de gatos y también de perros», que creció en Amán rodeado de animales callejeros a los que rescataba y alojaba en casa mientras les encontraba una buena familia.
Snowshoe.
Tartufo.
Eddie.
Además de paciencia y grandes dosis de amor por los gatos, los retratos de Bahou sobre fondo negro despojan a los felinos del ruido de lo cotidiano: cuanto más neutro es el trasfondo, más emerge su personalidad gatuna.
Pero aún queda un secreto para fotografiar las emociones de los gatos: el taburete de mimbre. «Siempre llevo mi taburete; y lo introduzco en el estudio –normalmente el salón de la casa del felino– una vez que el resto de artilugios ya está montado: el gato disfruta de los sitios elevados y no tarda en subirse al taburete: esto me permite mirarle a los ojos, y esa es la ventana para entender su historia y fotografiarle como el individuo único que es», concluye Bahou.
