EVA SAN MARTÍN. Cae la noche de diciembre en Madrid y el músico Manuel Cabezalí (Huelva, 1982) aparece parapetado dentro de un abrigo marrón. El frío no altera su sonrisa: está a un paso de entrar en el estudio a grabar el quinto álbum de la banda que lidera, Havalina. Un disco llamado Islas de Cemento, hoy ya en la calle, que apuntala el rock’n’roll visceral marca Cabezalí.
Pero esta noche es tiempo felino. Hemos propuesto a Manuel Cabezalí ser el primer entrevistado de EN LA CAMA CON MI GATO. Y acepta el reto de hablar de su relación con Vicente y Nicolás, sus felinos, sin titubear, gustoso. «Los gatos son mis muy buenos amigos, leales y discretos; son los seres ante los que me permito ser más yo, llorar cuando lo necesito», asegura.
Las calles enredadas de La Latina escupen la luz amarilla de las farolas, y se esconden detrás de cada nueva curva. Por aquí bajamos, para conocer a Nicolás y Vicente. Y resulta un goce: Cabezalí nos permite navegar en sus entrañas, como hacen las mejores canciones. Surcar sin trabas el lugar donde habitan sus dos muy queridos gatos.
Manuel, ¿creciste entre gatos?
No. El primer gato que llegó a mi vida fue hace ocho años: era una gata recogida de la calle a la que llamamos Felisa. Tardé media hora en enamorarme de ella.
¿Cómo conociste a tus actuales gatos, Nicolás y Vicente?
A través de una foto colgada en Internet, tenían un mes y medio, también habían sido recogidos de la calle, y estaban en adopción. Yo quería adoptar dos gatos, para que pudieran ser amigos, jugar y desfogarse juntos.
Sus nombres, ¿también tienen su historia?
Siempre me ha gustado poner nombre de persona a los gatos, creo que les otorga carácter. Nicolás, el blanco y negro, tiene cara de Nicolás [ríe]. Fue inmediato. Con Vicente, el negro, tardé un poco más. Tenía que ser un nombre elegantón, como él. Estuve entre Vicente y Felipe, y se quedó con Vicente.
Y los tuyos, ¿cómo se llaman? [me pregunta Cabezalí].
Los míos, por orden de edades: Cooper, Cabo, Martes y Billy.
[El nombre de Billy le desata una carcajada] ¿Sabes qué? Mi amigo y músico Charlie Bautista de niño vivía con 15 gatos en la casa de sus padres, que era grande y con jardín. Charlie les llamaba a todos Billy, porque le era difícil distinguirlos y saber cuál era cuál [ahora reímos juntos].
¿Cómo son Nicolás y Vicente?
Son dos cachos de pan. Vicente es tan tranquilo que a veces llega a asustarme, puede pasar horas escondido dentro de un armario. A veces creo que se ha perdido o escapado. Y me angustio.
Nicolás es muy juguetón: le gusta esconderse debajo de cosas, y cazarte desde ahí. Como no te ve, piensa que tú tampoco le ves a él; por lo que resulta muy divertido. También es presumido y le agrada posar para las fotos.
Seguro que tienen algún talento oculto que todavía no conocemos…
Sí, eso es cierto. Vicente es mi gato psicólogo. Cuando estoy triste, no se separa de mí, me ayuda y consuela a su manera. Es muy listo y empático. También le gusta subirse a mis hombros y contemplar la vida desde ahí.
Manuel, ¿te hacen reír tus gatos?
¡Mucho! Los gatos son muy dignos y, cuando la dignidad les falla, resultan muy graciosos. Hace años, estaba con Josephine Ayling de Boat Beam trabajando en mi antiguo estudio. En la pared había tenía un colchón por el que le encantaba trepar a Vicente: subirse corriendo y bajarse.
Una vez se tropezó y cayó de culo en una papelera. Vicente se quedó mirando a Josephine con cara de avergonzado. ¡Creo de verdad que estaba abochornado! Toda su dignidad y elegancia se habían ido a la mierda. Me gusta cuando los gatos hacen un poquito el ridículo: no suelen hacerlo, ¡es difícil pillarles ahí!
Confiesa, ¿qué tienes en común con Vicente y Nicolás?
Me siento identificado con ellos en la manera de reflejar la amistad. Los gatos son compañeros muy leales aunque discretos. También yo soy así: trato de ser un buen amigo, pero silencioso y no molesto.
Tu primer disco en solitario como Cabezalí, Pequeño y plateado (Origami, 2013), abre y cierra con sendos homenajes a los gatos. Dos canciones que se llaman Amor Felino II y Nana para un Gato Enfermo. ¿Qué historias hay detrás de ellas? [Podéis eschicharlas al final de la entrevista]
Nana para un gato enfermo es un poema de mi hermano José Juan escribió a su gato, Pancho. Lo compuso una noche durante la cual una otitis no le dejaba dormir y Pancho no se separó de él ni un momento. Tiene versos muy bonitos, como el que dice: Duerme mi pequeño asesino, cuando el dolor ilumina hasta el sueño más repetido, mientras las hormigas descienden por tu oído.
Amor felino habla de la sensación de hogar que proporciona tener a un gato en tu regazo. Los gatos nos dan calma; tu casa es más tu casa si tienes un gato.
¿Qué te fascina de Vicente y Nicolás?
Observarles me parece increíble. Tenerles cerca equilibra la mente, nos mantiene en contacto con lo sencillo de la vida, que es lo importante.
También les admiro por tener el placer sensorial tan a flor de piel. A Vicente, por ejemplo, le encanta el terciopelo. Tuve una bata aterciopelada, y era ponérmela y venirse encima. Si algo les gusta, van a ir a por ello hasta el final [más risas].
¿Cómo es tu relación con los gatos?
Los gatos no sienten que seas su dueño. Te tratan más bien como un compañero de piso. Es una relación de tú a tú, de igual a igual. Esto nos obliga a cambiar el código para entenderles. Pero son compañeros de vida geniales.
¿Qué estereotipo sobre los gatos encuentras más falso?
La mayoría de los estereotipos hacia los gatos vienen del desconocimiento. Hay quien dice que son traicioneros, pero es porque tienen un lenguaje más distinto del nuestro que los perros. Muchos no saben sabe que cuando un gato te entorna los ojos es que le caes bien: creen que les está mirado con cara de conspirador y desconfiado; y no es eso.
Los gatos tienen su propio lenguaje: hay que observarles para entenderles y aprender a comunicarnos con ellos. A mí me funciona mirarles y entornarles los ojos, como ellos hacen; tamién sirve agacharse a su altura, en lugar de hablarles desde arriba; charlarles bajito…
¿Dejar de compartir casa con Vicente y Nicolás ha sido una decisión difícil?
Mi mujer es muy alérgica a los gatos. Hemos intentamos de todo: aerosoles, medicación… Pero no funcionó. Separarme de Nicolás y Vicente ha sido muy duro, me da una pena terrible. Les hecho mucho de menos.
Por suerte, están con una de mis mejores amigas y viven muy cerca. Yo puedo ver a Nicolás y Vicente muy a menudo; y ella les cuida y quiere mucho. Es una suerte muy grande.
Una pregunta inconfesable, que trataré de que respondas: ¿hay algún secreto que solo compartes con tus gatos?
[Ríe] Confieso: a Vicente, mi gato psicólogo, le he contado mucho mi vida y mis penas. De alguna manera, me entiende: no el significado de las palabras, pero sí empatiza con mi manera de sentir.
En los malos momentos seguramente mis gatos han sido los seres ante los cuales me he permitido estar más triste. Ser más yo, llorar.
Un muy momento íntimo que sólo hayas compartido con tus gatos…
Una ruptura amorosa a los 28 años me juntó mucho a Vicente y Nicolás. Me sentía triste y solo, comencé a dormir con ellos. También sentía que yo era el único punto de referencia para ellos. Me sentí muy responsable, e incluso tuve pesadillas con que se perdían.
Creo que aquel fue mi primer brote de instinto paternal: mis gatos me hicieron pensar que igual sí quería tener hijos en el futuro. Entendí que esa responsabilidad, en el fondo, me gustaba.
Entonces… sí te has metido en la cama con tus gatos, como sugiere el nombre de esta sección.
¡Sí, claro! Dormir con ellos y echarme la siesta a su lado es genial. Cuando vienen y se ponen cerca, es muy muy guay.
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Espero que hayáis disfrutado tanto como yo la entrevista con Manuel Cabezalí, Nicolás y Vicente. ¿Habéis aprendido algo de ellos? ¿Hay algo que os haya emocionado? Si la respuesta es sí, ¡contadnos! Estamos deseando saber de vosotr@s.
Y si queréis conocer las bonitas canciones felinas de Manuel Cabezalí, os dejo aquí sus vibrantes Amor Felino II y Nana para un Gato Enfermo. Podéis aprender más de él en ManuelCabezalí.com.