EVA SAN MARTÍN. Verenka y Sergo son dos gatos con un cometido muy especial: custodiar cuadros de Da Vinci, estatuas griegas, papiros egipcios y otros millones de tesoros ocultos en los sótanos del museo Hermitage de San Petersburgo.
Los una vez callejeros, hambrientos y miedosos Verenka y Sergo son sólo dos de los cerca de 70 gatos de ambos sexos (esterilizados) que ahora son cuidados y queridos, como parte importante de la familia del museo ruso, una de las pinacotecas más grandes del mundo, con tres millones de obras, y menos de una tercera parte de ellas expuestas. El resto, están custodiadas por los gatos del sótano.
Aquí, gracias a los esfuerzos de Maria Haltunen, asistente personal del director del museo y quien, entre otros cometidos, ejerce de jefa de prensa de los gatos del Hermitage, los felinos ahora tienen su propio hospital en el sótano del museo, una cocina donde les preparan la comida y tres trabajadoras que se ocupan de ellos a jornada completa. «Los gatos se han convertido en protagonistas importantes de la vida del museo, forman parte de la leyenda e historia del Hermitage», dice Mikhail Piotrovsky, el director del museo.
No siempre ha sido así: hace 20 años, Haltunen se encontró a un grupo de gatos hambrientos y con frío refugiados junto a las tuberías de la calefacción del museo. Preocupada por su situación, Haltunen y una compañera comenzaron a alimentar a los felinos. «Hacíamos la ronda después de nuestra jornada de trabajo, era horrible porque no teníamos apoyo y sí mucho trabajo, pero una vez que comienzas, ya no puedes parar. ¿Qué otra cosa podíamos hacer?», dice Haltunen en una conversación por Skype.
Entonces, decidieron organizarse. Pusieron en marcha una campaña de recogida de dinero para los gatos. Aparecieron los primeros artículos en los periódicos. La gente comenzó a interesarse por los gatos del Hermitage. El director cedió unas salas en el sótano del museo para atender a los felinos ancianos y enfermos. Y una cosa llevó a la otra. «Ya sabes cómo son estas cosas: ves un problema y sabes que tienes que hacer algo», sigue Haltunen.
En teoría, los gatos del Hermitage tienen una tarea: cazar los ratones que traten de mordisquear las obras de arte almacenadas en el sótano del Palacio de Invierno, unas cerca de dos millones de piezas. Aunque las trabajadoras saben que esta tarea es dudosa: los felinos están bien alimentados, el sótano adoptado para ellos, una zona de hospital, para cuidar de los felinos enfermos, e incluso cuentan con una cocina felina propia en el sótano donde sus cuidadoras preparan sus platos preferidos. Aun así, Halmuten está convencida de que la sola presencia de los gatos, y su olor, sirve para ahuyentar a los roedores.
Los gatos han sido habitantes del museo Hermitage desde que el zar Pedro I trajo al palacio un gato macho que le regalaron en Holanda. Después, su hija la emperatriz Isabel dio orden de traer al palacio «los mejores y más grandes gatos de Kazán», en otras palabras, aquellos felinos más diestros para cazar ratones. La emperatriz Catalina II, creadora del museo en 1764, otorgó a los felinos el estatus de «guardianes» de las obras de arte almacenadas en las galerías. Los felinos han vivido en el Hermitage desde entonces, con excepción de la II Guerra Mundial, cuando todos los animales murieron, pero regresaron después con el cometido de frenar las plagas de ratones que asediaron San Petersburgo.
Los gatos del Hermitage ya no son seleccionados por su destreza para la caza de ratones. El veneno hace este trabajo por ellos. Los felinos del museo vienen aquí de las calles, y los trabajadores del Hermitage están contentos de ayudarles y encontrar buenas casas de adoptantes para ellos. Además, los gatos del Hermitage cuentan con un sitio web propio, donde las trabajadoras canalizan las ayudas y el programa de adopción para poder seguir rescatando nuevos felinos de la calle en apuro, y financiado por patrocinadores privados. Cuando un gato del Hermitage es adoptado, este viene con un certificado que lo acredita como «gato del Hermitage», una distintción poco habitual entre los gatos callejeros. ¿Os imagináis vivir con un gato del Hermitage?
Los gatos del Hermitage ya no tienen miedo de la gente: incluso tienen un efecto positivo en el ánimo de sus empleados. Y aunque no pueden entrar en las salas del museo reservadas para los visitantes, muchos trabajadores del Hermitage han traslado sus oficinas más cerca del sótano para recibir las visitas de los felinos, cuando ellos gusten. Además, en verano es fácil verlos en los patios y jardines, y no es raro que algún felino logre colarse en las zonas prohibidas del museo, para regocijo de los millones de turistas que cada año visitan el Hermitage.
Los felinos guardianes del museo ruso incluso tienen un día al año para ellos: el Día de los Gatos del Hermitage, que celebrarán el 27 de mayo, con visita de escolares a los laberintos, concursos de pintura felina, y exposición de los trabajos destacados en las salas del museo. ¿Y si esta iniciativa sirviera de ejemplo? ¿Y si el Prado de Madrid, el Guggenheim y otros grandes museos del mundo se hicieran un poco más peludos y sirvieran de refugio a los gatos callejeros, mientras protegen sus colecciones de los sótanos, con programas de adopción? No sé a vosotros, pero a mí me parece una idea purrrfecta.
¡Qué interesante! Una buenísima idea que ojalá sirva de ejemplo.
¡Hola Nieves! ¿Es buena idea verdad? Estoy convencida de que las ciudades peludas son mejores ciudades, y en consecuencia, los museos!
¡Un abrazo de bigotes!
Eva
Tienen que coger ejemplo todos los museos de alojar felinos.Son maravillosos cazadores aunque estén bién comidos es sun instinto.
Hola Miren!
¡Claro que sí! ¡Muchos museos purrrrfectos, y ronroneantes!
Un abrazo muy gatuno!
Eva
Hola a ver si en España hacemos lo mismo
Hola Meyos;
Claro que sí. ¡Extendamos los maullidos para lograrlo!
Un abrazo peludo!
Eva